La Restauración
La Restauración de la República, con todo y que es una de las gestas históricas más relevantes libradas por el pueblo dominicano, y de la cual se cumple mañana el 147 aniversario, vuelve a ser profanada por las expectativas de cambios que se han creado en el tren administrativo, en desmedro de su significado patriótico.
Como paradoja del destino el bochornoso espectáculo ha sido montado por una clase política más interesada en disfrutar las mieles del poder que en cultivar los ideales de aquellos hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas en aras de una República libre y soberana.
En ocasión del Grito de Capotillo, que marcó formalmente la proclamación de la segunda República, brilla por su ausencia un sincero balance sobre la vigencia de los postulados de los restauradores. Las ofrendas florales en el Altar de la Patria y otros actos se reducen a simples formalidades.
Los crímenes y atropellos de los españoles tras la anexión del general Pedro Santana, así como la grave crisis económica que ahogaba a la población, determinaron que bajo la consigna de “Libertad o muerte” los dominicanos se levantaran en armas para rescatar su soberanía e independencia.
En la gesta brillaron figuras como Gregorio Luperón, Benito Monción, José Contreras, Benigno Filomeno Rojas, Cayetano Germosén, Gaspar Polanco, Pepillo Salcedo, Santiago Rodríguez y muchas otras que merecen ser recordadas y reverenciadas por sus hazañas.
Pero en lo que parece una muestra de retroceso de los sentimientos patrios, ésos por los que muchos dominicanos se han convertido en mártires, el interés que prima en la fecha está más relacionado con nombramientos, sustituciones o movimientos en la Administración Pública.
Las expectativas en ese sentido evidencian al menos la debilidad del sistema institucional. Por más peso que haya cobrado la tradición constituye una práctica circense y hasta proteccionista, que lacera el significado patriótico de una gesta como la de este lunes, dejar para fechas como el 16 de agosto cambios en el tren administrativo.
Si un funcionario fuera destituido desde que se apartara de su misión, gesta como la Restauración tendrían más calado en cada aniversario.
Como paradoja del destino el bochornoso espectáculo ha sido montado por una clase política más interesada en disfrutar las mieles del poder que en cultivar los ideales de aquellos hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas en aras de una República libre y soberana.
En ocasión del Grito de Capotillo, que marcó formalmente la proclamación de la segunda República, brilla por su ausencia un sincero balance sobre la vigencia de los postulados de los restauradores. Las ofrendas florales en el Altar de la Patria y otros actos se reducen a simples formalidades.
Los crímenes y atropellos de los españoles tras la anexión del general Pedro Santana, así como la grave crisis económica que ahogaba a la población, determinaron que bajo la consigna de “Libertad o muerte” los dominicanos se levantaran en armas para rescatar su soberanía e independencia.
En la gesta brillaron figuras como Gregorio Luperón, Benito Monción, José Contreras, Benigno Filomeno Rojas, Cayetano Germosén, Gaspar Polanco, Pepillo Salcedo, Santiago Rodríguez y muchas otras que merecen ser recordadas y reverenciadas por sus hazañas.
Pero en lo que parece una muestra de retroceso de los sentimientos patrios, ésos por los que muchos dominicanos se han convertido en mártires, el interés que prima en la fecha está más relacionado con nombramientos, sustituciones o movimientos en la Administración Pública.
Las expectativas en ese sentido evidencian al menos la debilidad del sistema institucional. Por más peso que haya cobrado la tradición constituye una práctica circense y hasta proteccionista, que lacera el significado patriótico de una gesta como la de este lunes, dejar para fechas como el 16 de agosto cambios en el tren administrativo.
Si un funcionario fuera destituido desde que se apartara de su misión, gesta como la Restauración tendrían más calado en cada aniversario.
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